jueves, 19 de abril de 2018
‘The Walking Dead’ debe morir
The Walking Dead debe morir. La novena temporada del próximo otoño es ineludible, lo sabemos, pero sus zombis no dan más de sí. Los actores parecen cansados, la audiencia se ha reducido a la mitad (rozando datos de la primera temporada) y, después de años de letargo, ya nadie espera que sus tramas dejen de ser muertos vivientes. Ni con nuevos villanos, cruces con otras series o promesas de un regreso a lo fundamental. Un tiro en la cabeza a tiempo habría sido lo necesario. Ante lo inevitable, es hora de cortarle la cabeza. No queremos más cambios de statu quo que vendan falsas esperanzas.
Hay factores que nunca fallan para darse cuenta de que una serie no puede dar más de sí. Yo he pasado por todas las fases en la octava temporada que acaba de terminar. Como postergaba sentarme a verla, acumulé episodios para el invierno. Al ponerme a ello, sin embargo, me distraía hasta el aleteo de una mosca. Incluso vi algún capítulo dos veces, sin caer hasta el final en que ya había pasado por ese trago. Me perdía en las tramas por pura falta de atención y, cuando moría algún personaje entre dramatismo, solo podía preguntarme: "¿quién es este?". No me importa nadie. Ese es el problema.
The Walking Dead nunca ha sido una serie de terror y zombis, sino sobre personajes, relaciones y conflictos éticos. Cuando no te identificas, ni quieres que vivan los héroes, sabes que algo va mal. Protagonistas como Eugene y el padre Gabriel llevan vagando más de 60 episodios y, aun así, los guionistas se empeñan en mantenerlos vivos. Solo pedimos que el exageradamente malvado Negan mate a todos. Si no, que, al menos, muera el malo. Incluso eso nos ha negado el final de la octava temporada, un buen episodio que, pese a prometerse destructivo, acaba cual coitus interruptus. Uno más. No deberíamos seguir confiando en las promesas que no podrá cumplir, ni viendo una serie por dos episodios dignos (comienzo y cierre) entre 14 irrelevantes.
Es más, la novena temporada promete desarrollos de tramas que nunca llegaremos a ver. Maggie Greene, hasta ahora fiel seguidora del equipo de Rick (Andrew Lincoln), se presenta como nueva líder dispuesta a cuestionar la hegemonía para vengarse de Negan (Jeffrey Dean Morgan). Pues bien, si no cambian las cosas, la actriz Lauren Cohan no regresará como regular en octubre. Ella requería equiparar su sueldo al de sus compañeros de reparto masculinos, pero los productores se han negado a cumplir su petición. De momento ya ha rodado un piloto en ABC. Si esto acabara sucediendo, despediríamos paradójicamente a uno de los pocos personajes que sigue importando. Ahora que Danai Gurira es una heroína Marvel, además de dramaturga respetada, veremos lo que tarda Michonne en seguir el mismo camino.
Al final quien mejor resume The Walking Dead es Morgan, uno de sus protagonistas, en una de sus arengas sobre supervivencia: "Somos peores de lo que fuimos. No hay esperanza. Acabemos con esto".
Morgan, por cierto, y como ya se deja entrever al final, se traslada a partir de ahora al spin-off Fear the Walking Dead acompañado del guionista Scott Gimple, al que muchos culpan del devenir de la serie (pese a que en realidad sea bastante fiel al cómic). Esperemos que este cambio de aires no destroce la producción localizada en Texas, mucho más centrada que su serie madre, con personajes interesantes, una trama con menos ramificaciones, gusto cinematográfico y conflictos sociales que hace tiempo que The Walking Dead dejó atrás. Para ella todavía hay esperanza.