martes, 15 de septiembre de 2015
'Fear the walking dead' y su arma de doble filo
Fear the walking dead ha demostrado haber sido un acierto tanto para el canal AMC de Estados Unidos, donde obtuvo el mejor dato de audiencia para una serie de estreno (10 millones en su primer pase y unos demográficos que ya querría cualquier canal generalista) y en AMC España, donde sus primeros episodios se han colocado en el podio de audiencias de las cadenas de pago. Pero su condición de spin-off obliga a compararla con la serie original y precisamente aquello que la hace distinta también es aquello que puede frustrar al espectador.
En Fear the walking dead, los protagonistas desconocen el futuro de la humanidad o en qué consiste el virus que afecta a sus vecinos. Un buen día hay un grupo de infectados agresivos (y que muerden) y es imposible determinar hasta qué punto puede tratarse del apocalipsis. En este sentido, sorprende el patriarca de la familia Salazar, que reconoce rápidamente que ya es demasiado tarde cuando observa los métodos de los cuerpos de seguridad. Pero los Clark y los Manawa viven en una ignorancia casi absoluta mientras el espectador reconoce perfectamente todo lo que sucede.
Cuando ellos ven un vecino contagiado, se acercan a él para preguntarle si está bien. Da igual que hayan visto un par de casos, siempre tienen la esperanza que haya un resquicio de humanidad en unas miradas ya vacías. Cuando tienen la oportunidad de enseñar a sus hijos a utilizar las armas, se niegan por principios, por considerar que son innecesarias en la sociedad. Si les preguntan qué demonios sucede que Los Angeles se ha convertido en un lugar caótico de la noche a la mañana, se quedan callados con la esperanza que no tengan que dar explicaciones, que se solucione antes de tener que confesar aquello que han visto y que han hecho. No deja de ser difícil contarle a tu hijo que hay personas comiéndose a humanos en las calles y que su peor pesadilla es aquello que está al otro lado de la puerta.
Las reacciones de los personajes son, por lo tanto, comprensibles. Si todos los protagonistas se dedicaran a triturar cerebros a la primera de cambio, probablemente les acusaríamos de inverosímiles. En 24 horas no te conviertes una máquina de matar. Pero esto también puede resultar una arma de doble filo.
Es normal que Alicia quiera desobedecer a su madre, que no le da información, pero esto puede percibirse como que es otra adolescente insoportable. Cada información que se reserva Travis se interpreta como un riesgo innecesario para los hijos. Y cada vez que se planteen la humanidad de los zombies, se puede ver como un acto igenuo. Pero la cuestión es que debe ser así: no todos los personajes pueden ser Lincoln, el estudiante que se adelanta a los acontecimientos y autor de la frase "cuando la civilización termina, cae muy rápidamente".
Si algo ha conseguido Fear the walking dead en los primeros tres episodios, ha sido vender muy bien que esto es un inicio. Está contando el proceso que Rick Grimes vivió en unas horas y para el que estaba preparado (era policía, podía tomar decisiones imposibles), no como Maddie y Travis, que precisamente confían en la humanidad por defecto profesional. Pero hay que tener paciencia y, de momento, entender en qué punto están ellos y las tramas, de la misma forma que los guionistas deben vigilar a la hora de mostrar estas decisiones primerizas.
Lo único que se puede criticar es su enfoque de los caminantes. Una cosa es que quieran racionar los contagiados para profundizar en los protagonistas y darle una personalidad propia a la serie, pero no tiene mucho sentido que, cuando aparecen, ahorren al espectador el momento gore. Quizá creen que, cuando por fin muestren a Maddie matando a diestro y siniestro, tendrá más impacto. Pero con esta decisión Robert Kirkman y Dave Erickson, los responsables, fallan al contrato implícito con el espectador: cuando aparece un zombie en escena, hay que darlo (y enseñarlo) todo.